miércoles, 19 de enero de 2011

La verdadera dicha - La Romiguière

¡Cuántos medios hemos recibido para ser felices! Placeres de los sentidos, placeres del espíritu, placeres del corazón, he ahí, si supiéramos usarlos, los bienes que la naturaleza ha derramado con profusión en el camino de la vida.
Y guardense bien de poner en balanza los que vienen del cuerpo y los que nacen del fondo del alma. Rápidos y fugitivos, los placeres de los sentidos no dejan tras sí más que vacío: y todos los hombres llegan, con la edad, a hastiarse de ellos. Los placeres del espíritu tienen un atractivo siempre nuevo: el alma siempre  joven para disfrutarlos, y el tiempo, lejos de debilitarlos, les da cada día mayor vivacidad. Pitágoras ofrece a los dioses una hecatombe para agradecerles un teorema que lleva todavía su nombre. Kepler no cambiaría sus reglas por lacorona de los más grandes monarcas. ¿Hay acaso goces superiores a semejantes goces?
Sí, los hay superiores. Por más grandes que sean los arrobamientos que origine el descubrimiento de la verdad, puede ser que Newton, harto de años y de gloria, Newton, que había hallado la ley de la gravedad y descompuesto la luz, se haya dicho, al arrojar tras sí una mirada, vanitas; mientras el recuerdo de una buena acción basta para hermosear los últimos días de la más extrema vejez, y nos acompaña hasta dentro de la tumba.
¡Cómo se engañan los que colocan la suprema felicidad en las sensaciones; pueden conocer el placer, pero no tienen idea de la dicha!







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